viernes, 22 de agosto de 2008

ARTE Y CIENCIA


El valor de la colaboración. II

En el texto anterior sobre ARTE Y CIENCIA, anticipé que el asunto de la imaginación creadora podía ser estimado como un lazo entre creación artística y creación científica. Ese lazo colaborativo fue descrito a partir de tres ideas: colaboración exógena, endógena y mimética. La primera, exógena, referida al modo como el arte colabora desde fuera con la ciencia, mostrando sus objetos, por ejemplo en la fotografía artística sobre fenómenos propios de la ciencia. La segunda, relativa al modo como científicos y artistas pueden trabajar juntos en quipos multidisciplinarios, como aquellos organizados para crear objetos diversos desde las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’S). La tercera, alusiva a los fecundos préstamos metodológicos del arte por la ciencia y viceversa.

Aquí, resalta la apelación a la imaginación. En este segudo texto, quiero discutir una oposición mecánica y simplista, me refiero a la que suele instalarse para separar arte y ciencia. Y lo haré, a partir de la consideración de un fenómeno que comparten ambos mundos (arte y ciencia): me refiero a los procesos denominados con el término: imaginación.

Tanto en ciencia como en arte el asunto creativo principal es introducir realidades imaginarias. El arte de todos los tiempos ha nacido y fue disfrutado como efecto de la producción de tales realidades imaginarias. No es imprescindible abundar en ejemplos, por otro lado realmente innumerables. Pero... desde personajes de cuadros a personajes de novelas, desde argumentos y paisajes cinematográficos construidos en un set de filmación hasta estructuras y organismos musicales y así sucesivamente, desde las criaturas edificadas por las metáforas hasta los argumentos y coreografías de la danza.

http://es.wikipedia.org/wiki/Ballet




http://www.merce.org/thecompany_ontherocks.html


Todos ellos nacieron de la imaginación de uno o más autores.


Un prejuicio activo - aun cuando los prejuicios son formas pasivas del pensar - es que (como mencioné antes) arte y ciencia constituyen mundos opuestos, diferentes. En el rango de esta oposición simplificadora, la ciencia tendría los rasgos del trabajo organizado, sistemático, productor de resultados verificables, en tanto que el arte, estaría señalado mediante cualidades resumidas en las ideas de fantasía repentina o inspiración surgida desde un cielo superior, que toca como la gracia el espíritu de los genios.

Tal vez sea menos notorio y aceptado que los procesos de investigación científica son situaciones de creación y por lo mismo requieren el apoyo de la imaginación.

La historia de las ciencias contiene en su inventario cientos de descubrimientos científicos que implicaron un salto imaginativo, aun en su dimensiones menores. En la investigación científica es común la postulación de fenómenos que son necesarios para explicar ciertos hechos, aun cuando con frecuencia aquellos no sean perceptibles con los aparatos de observación y medición del momento.
Ejemplos interesantes son el descubrimiento del planeta Neptuno, postulado por el astrónomo Le Verrier -en el s. XIX- a raíz de perturbaciones en la órbita de Urano, o la introducción de la idea de los neutrinos por parte del físico Pauli, quien postuló en 1931 esas partículas subatómicas por necesidades teóricas. Esas partículas (los neutrinos), no perceptibles aun con instrumentos, estarían atravesando el cosmos en todas direcciones... Estas y otras muchas fueron hipótesis en su momento y no podían ser verificadas observacionalmente.


El hallazgo científico, aun visto como resultado del ejercicio de la imaginación, no procede, sin embargo, de la fantasía repentina o la inspiración surgida desde un cielo superior, que, como la gracia,
tocara el espíritu de los genios. Las hipótesis científicas, antes de ser verificadas, son proposiciones creativas, sí, pero en el contexto de una investigación sistemática. Tampoco se dan las cosas de ese modo estrictamente repentino en la creación artística. Los descubrimientos o hallazgos artísticos se brindan a quienes laboran en un tema, en una obsesión, en una inquietud…

En ambos territorios, ciencia y arte, los hallazgos necesitan de la existencia previa de un interés específico y de trabajo organizado. El problema común a ciencia y arte es más o menos éste: cómo dar forma a la intuición, como transformar la propuesta imaginaria en un resultado aceptable, dentro del cuerpo de conocimientos científicos vigente o en el dominio de lo artísticamente aceptado. Sin embargo…


La creatividad que subyace a las formulaciones del imaginario -en ciencias como en arte- no reduce su condición de aceptable a la armonía con la tradición. Las revoluciones científicas exigen un respaldo, al menos teórico, si no teórico y empírico a la vez. Pero aun las revoluciones artísticas, las que discuten un consenso asumido por la sociedad y representan un sacudón en los hábitos perceptivos, reclaman un momento histórico de aparición.

Es sabido que las transformaciones creativas han estado ligadas a rupturas, cambios de dirección, saltos imaginativos. Para ello son necesarias al menos dos condiciones. Una de ellas ha sido denominada por el científico chileno Francisco Varela con la hermosa expresión: libertad de abandono. Se refiere con ello a la capacidad de abandonar lo establecido.

La otra puede sintetizarse con otra deslumbrante frase, del filósofo Abraham Moles: ‘‘filosofía del ¿‘por qué no’?’’. Es la contraparte de la anterior, la que nos incita a aventurarnos por caminos desconocidos. A mi juicio, no hay imaginación que no esté instalada en esa conjunción explosiva.


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