domingo, 6 de abril de 2008

CICLO ¡ARTE SÍ! 3. La creatividad como herramienta





Estimados lectores, en el primer texto de este ciclo: ARTE SÍ, el núcleo de ideas estuvo centrado en el modo como el ser humano, a lo largo de la historia de las culturas, generó una diversidad creativa para cumplir con las dos funciones básicas de alimentarse y protegerse de inconvenientes climáticos. El segundo artículo buscó dar comienzo a unas reflexiones sobre creatividad y su utilidad para la vida en general. Aun para quienes no están comprometidos en la realización y/o reflexión artísticas, será sencillo admitir que el arte -como quiera se lo defina- es una actividad privilegiada en cuanto a desarrollo de la creatividad.

Arte, creatividad y educación se presentan como una tríada de indudable eficacia. ¿Por qué? ¿Estamos ante un (falso) lugar común o es posible aportar argumentos aceptables al respecto?

Es conocido que las primeras etapas de la vida humana -y animal- son etapas de formación de hábitos y destrezas. La mente animal, cuando menos la de ciertos animales llamados ‘superiores’ y la mente humana, poseen durante la infancia una plasticidad, una elasticidad superlativas. Ese es un período especial en cuanto a la adquisición del hábito y la destreza para crear, mejor dicho para desarrollar la creatividad en general. Aunque tomáramos en cuenta sólo este argumento, sería de suficiente peso como para defender la presencia organizada de la práctica educativa artística en las escuelas y colegios. No es el único argumento, afortunadamente.

Examinemos otros… Al recorrer algunos de los mitos más antiguos de la humanidad, y las leyendas tradicionales de los pueblos que aun hoy mantienen sus creencias ancestrales, notamos que hablan de algo muy semejante: la creación de lo que existe, la creación del mundo que los rodea. La presencia de dioses creadores, en esas culturas, bien podría interpretarse como un homenaje a la creatividad, al valor mismo de la creación. La tierra y el cielo, la variedad de lo vegetal y lo animal, el misterio nocturno y sus pequeñas luces en el cielo, la reaparición del sol dador de vida cada mañana, debían causar en aquellos ancestros admiración superlativa y, tal vez por eso mismo, temor. Ambos sentimientos, admiración y temor, surgen del reconocimiento de la creatividad divina como un poder magno. Surgen también de la correlativa sensación de pequeñez humana, como escribió Rudolph Otto en su libro Lo Santo, un clásico en el tema.

Pero, no es necesario apelar a territorios doctrinales o razones de sacralidad para encontrar argumentos a favor de la importancia de la creatividad humana y del entrenamiento de la creatividad. Entrenamiento de la creatividad quiere decir, a la vez, que la creatividad no es un don, no es algo que se tiene o no se tiene, Sino que existen grados de creatividad, también, técnicas para incrementarla en los diferentes campos de acción.

Puede parecer arbitrario esto de buscar argumentos para defender la educación artística en espacios de acción que no son los propios del arte mismo. Un contra-argumento, es que justamente desde fuera de lo artístico pueden llegar fundamentos menos comprometidos, más imparciales, más defendibles.
Como interesante ejemplo propongo reflexionar sobre esa (relativamente) nueva disciplina, la re-ingeniería, cuyas primeras manifestaciones concretas y literatura especializada se conocieron en la década de los ’80.

La re-ingeniería tiene ya su propia historia. Nacimiento, auge, período crítico, estado actual. La superación de la etapa crítica exigió una labor de re-ingeniería en el interior mismo de la disciplina mencionada y de sus conceptos. De ese examen crítico surgió el reconocimiento de la importancia del factor humano en el re-planteo del funcionamiento de las empresas. ¡Albricias! dirán Uds. ¡aparece el factor humano aunque más no sea para mejorar la empresa! Pero, lo que quiero rescatar, ahora, es que el pensamiento inventivo es sinónimo de creatividad en diferentes campos.

Se define la re-ingeniería como el conjunto de acciones destinadas a mejorar notoriamente los resultados de la acción de una empresa. Puesto que las empresas compiten deben apelar a la creatividad para progresar o, cuando menos, mantenerse. La re-ingeniería, es, entonces, la puesta en práctica de una determinada apertura mental hacia los valores y utilidades de la creatividad. Pero el ejercicio de la creatividad reclama atmósferas libres y no compulsivas, libres y no restrictivas, libres y no canónicamente delimitadas.

En el primer artículo de este ciclo, he comparado, para distinguirlas, la hechura de una bufanda con la creación de una novela por Dostoyewski, a la vez que mencioné un nexo entre ambos desde lo que se denomina la función estética humana. La creatividad puesta en práctica por quienes diseñan la re-ingeniería de una empresa para que pueda triunfar en el mercado competitivo actual se distingue de la creatividad de un dramaturgo, de un cineasta, de un compositor. Sin embargo existe un nexo entre esos diferentes territorios. ¿Cuál es? ¿Dónde convergen estos universos que parecen disyuntos?

El creador de arte compite honestamente consigo mismo, y compite con ese fenómeno, la obra, a quien quiere vencer. Vencer significa metafóricamente aquí, traer a la realidad, traer a la concreción de la realización. El escultor chileno Ricardo Mesa, fallecido en 2001, dijo una vez una hermosa frase que expresa lo central de la peculiar ‘competencia’ a que aludo. La frase es esta: “-Con frecuencia uno encuentra formas interesantes en esto de crear; pero me gustaría poder decir un día, respecto de alguna escultura, ‘lo hice’.” La competencia creativa no necesita de la presencia de rivales para manifestarse, contiene en sí misma su propio motor. Les propongo, estimados lectores de En torno a las artes, dejar pendiente un punto para el próximo texto, cuyo peso no es menor en este conjunto integrado de cuestiones relativas a arte y educación. Me refiero a la creatividad en los procesos de la recepción.

En su prólogo a la traducción española del libro Educación por medio del arte, del teórico estadounidense del arte Herbert Read, el pedagogo Juan Mantovani escribió: El autor manifiesta que para preparar su libro (cito ahora) “ha visitado un buen número de escuelas como observador desinteresado y con el objetivo particular de ver trabajar en las clases de arte, no las que se proponen formar artistas, sino las que sirven para contribuir a formar hombres.
Es un párrafo que armoniza bien con estas reflexiones destinadas a crear atmósfera para una frase categórica: ARTE SÍ!

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