lunes, 5 de mayo de 2008

CICLO ¡ARTE SÍ! 6. Arte, juego y educación.





Estimados lectores, con este texto concluyo el ciclo dedicado a los procesos de reflexión sobre educación en Chile. En torno a las Artes buscó aportar algunas ideas desde la esfera de intereses y preocupaciones que impulsan estas comunicaciones. La intención adjunta, en estos breves ensayos, ha sido tratar de mostrar que la actividad de la práctica artística en los procesos educativos, además de tener su propio valor circunscrito, deja uno de los mejores efectos en niños y jóvenes, me refiero al sedimento instrumental.

El presente texto va dirigido a relacionar arte y juego en los procesos educativos. No con la sencilla intención de mostrar cómo un niño que juega en su infancia puede comprender el fenómeno del juego en su adultez. La incorporación del tercer elemento, el arte, -o según lo vengo denominando aquí: las prácticas de actividades de intención artística-, tiene un objetivo más específico. Comunicar la idea de que el arte y el juego se vinculan de muchos modos posibles y tejen, así, una trama potente y eficaz en la formación de la persona humana.

Johan Huizinga, filósofo holandés, escribió en 1938 una obra reconocida como matriz para pensar el tema: Homo Ludens. El ser humano, es ante todo Homo Ludens, el hombre que juega, escribió Huizinga. No dio una perspectiva utilitarista del juego, al contrario, lo caracterizó como una actividad valiosa en sí misma y por sí misma. No me propongo, por cierto, dar un giro utilitarista a esta relación productiva entre arte y juego en la educación. Sólo me interesa describir los efectos potenciales contenidos en ese enlace entre arte y juego, en el marco de la educación.

Me apoyo para eso en uno de los conceptos expresados por Roger Caillois, quien reflexionó finamente sobre el tema del juego: mas no se puede pretender que cada juego corresponda a una actividad determinada de la cual constituya en cierto modo el aprendizaje, los juegos no enseñan oficios, desarrollan aptitudes.
Me permito parafrasear el párrafo de Caillois de este modo: las actividades y prácticas de intención artística en los espacios educacionales no enseñan artes, desarrollan aptitudes, pero no sólo aptitudes artísticas, sino las de un amplio espectro ligado con lo que se llama ‘economía de la vida’.

El filósofo Roger Caillois, nacido en Reims, Francia, estimado como el discípulo conceptual más destacado de Huizinga, publicó en 1958 su Teoría de los Juegos un clásico insoslayable en el tema. Enumera y caracteriza allí cuatro modos básicos o principales del juego. Me parece válido preguntar cuál de ellos está más próximo a esas actividades artísticas; más aún, cuánto hay en cada uno que pueda estar ligado a las prácticas artísticas.

La comparación entre arte y juego, tiene sus riesgos, sobre todo para los valores del arte. El principal peligro es, curiosamente, el tomar al arte como una actividad lúdica, exclusivamente lúdica. Por eso, explorar la incorporación del factor educación es un modo de abrir esa falsa causalidad conceptual que conduce a tomar el arte como un mero juego. Por otra parte, y sin ánimo de paradojas, ambos teóricos sustuvieron que el juego es una actividad profundamente seria para el ser humano.

Me parece de rigor, ahora, exponer resumidamente la tipología de los juegos, desarrollada por Roger Caillois. Existen 4 tipos de juegos, nombrados por Caillois con términos giegos. Son ellos: el primero, agon, relativo a los juegos de competencia, de antagonistas lúdicos, el segundo, alea, el de juegos basados en el azar, donde la voluntad del jugador es puesta a un lado. Luego, mimicry, juegos donde predominan la mímesis, la imitación, la simulación de otros mundos. El cuarto tipo de juego se denomina ilinx, se trata de juegos donde se persigue el vértigo, a través de un desvanecer transitoriamente la estabilidad. Un efecto buscado es ‘el mareo voluptuoso’, por ejemplo, en parques de diversiones, o en esas sencillas ruedas horizontales, que los niños hacen girar mediante un volante manual, en plazas y parques. Es el más directamente sensorial de los cuatro.

Esos cuatro tipos de experiencias (la competencia, la simulación, el reto al azar, el vértigo voluptuoso), pueden entrar en un ejercicio singular precisamente en las mentadas actividades y prácticas de intención artística. Me he referido en otro de los textos de este ciclo a la competencia (agon) que entabla el artista con su obra, para vencerla en el logro de la idea. Apenas es necesario mentar la sensorialidad (ilinx) que acompaña a todas las artes, menos notorio pero actuante es la intervención del azar (alea) en los procesos de creación, un azar que los maestros de la creación artística han aprovechado siempre. Pero, sin dejar de ser juego, sin perder su carácter de práctica de tipo artística, la principal categoría que aparece en la búsqueda es la segunda en la serie, la llamada mímesis (mimicry).
Pensemos en lo siguiente, desde un recorrido imaginario por todas las disciplinas participantes en la gran esfera de intereses del arte, al menos en Occidente: en todas ellas, más cerca o más lejos del fenómeno que se toma por modelo, está presente la imitación, la simulación, la mímesis. La mímesis no está presente sólo en un retrato, ni meramente en un filme del neorrealismo italiano, o en una novela o en la fantasía de animación en 3D realizada por medios digitales… También en la música y la arquitectura, artes abstractas por naturaleza, hay vestigios de mímesis, mímesis de nociones abstractas, claro.
Retorno a las ideas en proceso: mímesis, es sustrato de las artes, mímicry, es uno de los juegos más tempranos en los niños, desde el juego de aparecer y desaparecer (que se ve tan distante del arte), al esconderse tras una sábana de cuna. ¿No es eso, acaso, una imitación del no estar? Y se prolonga en una diversidad asombrosa de simulaciones a distintas edades, con los temas más diversos.
¿Quiere decir esto que la aptitud humana que se desarrolla es ‘la simulación’? ¿Que el arte y el juego se parecen en eso? Se parecen, sí, pero la simulación no es entendida aquí como deshonestidad, mentira, hipocrecía… muy de otro modo, la simulación se comprende como configuración de otra realidad, no como reemplazo tramposo de esta realidad que vivimos cotidianamente; se comprende como construcción creativa, como elaboración de la fantasía.








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