jueves, 6 de marzo de 2008

CICLO DE ARTÍCULOS: ¡ARTE SÍ! (1)

1. Necesitamos del arte para sobrevivir como humanos.

Estos breves ensayos nacen en estos tiempos de reflexión obligada. La reflexión es un comportamiento humano que no debiera estar ausente en los procesos sociales, y estamos viviendo un proceso social de gran magnitud. En la reflexión se busca el sentido de las cosas; de ese modo nuestra posición como personas en una sociedad se hace más nítida. Entonces textos cuyo título general es ARTE SÍ, tienen un subtítulo implicado: arte y educación. Nacen de la coyuntura y buscan trascenderla sin dejarla a un lado. Es mi contribución a los análisis críticos que se han iniciado a propósito de educación en Chile.

Antes de continuar quiero decir que bajo el concepto arte entendemos hoy una cantidad de manifestaciones de amplitud realmente singular en el decurso histórico de la humanidad. Tampoco debemos dejar en el olvido que el concepto ‘arte’ proviene de la cultura de occidente. La extensión que hacemos de ese término ‘arte’, es un acto de proyección de dicha cultura, por cierto.

No es desconocido, sino familiar, que los distintos pueblos y las diferentes culturas en el mundo han practicado una serie de actividades que sobrepasan las meras acciones utilitarias relativas a las necesidades básicas del vivir, o del sobre-vivir: me refiero a alimentarse y protegerse de las ingratitudes del clima. Ortega y Gasset escribió que lo humano comienza con lo superfluo, que lo superfluo es necesario. A estas ideas se refirió en su ensayo Meditación de la técnica, por ejemplo. Vuelvo a lo central ¿por qué hemos de definirnos como especie humana a partir de un concepto que lleva en sí una carga negativa, ‘lo superfluo? Muchas de las afirmaciones del filósofo español tenían en su formulación un aire de paradoja, con frecuencia mal comprendida. Lo superfluo en este caso era superfluo respecto del mero sobrevivir. Con todo, lo superfluo es lo prescindible necesario… pero ¿prescindible necesario respecto de qué? Esto alude a la configuración de un mundo de ideas, símbolos, creatividad. Mundo como tal que trasciende el mero hecho de quitarse el hambre y el frío.

Aun si quisiéramos mantenernos dentro de esas dos actividades imprescindibles, vale decir no superfluas, como alimentarse y protegerse de las ingratitudes del clima, llegaríamos a la notable conclusión que por milenios los humanos hemos elaborado estructuras de lo superfluo, de lo prescindible, para alimentarnos y vestirnos. Vale decir que lo prescindible aparece en el corazón mismo de lo imprescindible. No es necesario llegar al paroxismo de la sociedad de consumo, me refiero a la industria visual de las pasarelas donde se modelan las vestimentas diseñadas por los famosos de la moda actual, como Versace, Lauren, Prada y otros. Es suficiente con pensar que, la presencia de lo superfluo representa una puesta de atención en lo que denominamos genéricamente ‘esteticidad’. Combinar colores en un tejido doméstico, acomodar verduras en una fuente de ensalada cotidiana… son actividades que se perciben como laterales a lo que quisiéramos denominar arte. Pero mantienen una intersección con el arte, aun cuando ciertos teóricos puedan considerar despreciable, hasta inexistente esa intersección. La intersección a que hago alusión nace de la diferencia entre lo imprescindible y lo superfluo, una diferencia variable según los casos que tomemos en consideración. Busquemos ejemplos accesibles. Pensemos en la profundidad de la referida intersección. Creo que no tiene sentido diferenciar un tejido doméstico, la hechura de una bufanda, con alguna de las novelas de Dostoievski. Sería una comparación falaz, de mala retórica. Porque son incomparables, por cierto, salvo para distinguirlos. Desde ese contraste estamos a un paso de afirmar que nada tienen en común.

Propongo otro camino, partir de un ejemplo a la mano. Una mirada al Museo de Arte Precolombino de nuestra ciudad, Santiago de Chile, acercará a la comprensión, espero, lo que estoy tratando de decir. Los auditores que acceden a Internet pueden ingresar al excelente sitio elaborado por el Museo en www.museoprecolombino.cl/. Busco al azar, culturas de América, encuentro las vasijas de cerámica de la cultura Chavín, en los Andes Centrales. ¿Por qué tanta variedad de diseños y decoraciones en los diseños de vasijas si se trata solamente de cocer la greda de un cantarito para beber agua?

Si las figuras representadas en esas piezas cerámicas corresponden a divinidades, tenemos una primera presencia de lo superfluo allí. ¿Para qué tanta variedad? ¿Por qué la variedad de retablos, iconos, estatuillas para honrar a las mismas respectivas deidades? Reitero algo dicho hace un momento, bajo el concepto arte entendemos hoy una amplitud de manifestaciones que no se había dado con anterioridad en la historia de occidente. Quiero decir que nunca antes se ha denominado como ‘arte’ a tantas formas diferentes de expresión-comunicación. Y, lo superfluo en la destinación religiosa de las decoraciones de objetos producidos por los pueblos americanos, por ejemplo, responde a otras solicitaciones. Eso, debe entenderse como superfluo solo en correspondencia con lo imprescindible para las necesidades básicas de alimentación y vestimenta.

Llegamos así a otro concepto de utilidad, la utilidad de lo superfluo. ¿Lo superfluo es útil? Lo es para acceder a dimensiones de lo espiritual, como la religiosidad, como el arte. Las cántaros referidos están trabajados, además, con un sentido estético de las formas (¡tan cuidadas!), delicadamente trabajadas y analizadas en su apariencia. Claro, no necesitamos del arte para sobrevivir, pero necesitamos del arte para sobrevivir como humanos. Este es el punto.

¿Cómo superar esa mera afirmación, válida y legítima como tal para muchas personas, pero de explicitación requerida para muchas otras? Me refiero a: necesitamos del arte para sobrevivir como humanos.
No es fácil tratar de aclararlo, porque la posible explicación proviene, no cabe duda, de una posición valórica. Pero lo valórico está en la base opcional sobre la que se construye la afirmación. ¿Qué pasa después? Además, ¿qué consecuencias suficientemente objetivas se desenvuelven a partir de la primera opción tomada: arte sí!?

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