lunes, 3 de marzo de 2008

¿Reflexionar sobre el arte con Heidegger hoy?

¿Reflexionar sobre el arte con Heidegger hoy?

No es desconocida para mis auditores la frecuencia con que me refiero en este espacio a los sacudones que ha introducido la cultura digital en el amplio universo de las cuestiones estéticas y artísticas. ¿Qué sucede entonces con los siglos de pensamiento sobre el arte formulado en cientos de páginas escritas? ¿Es que todo ello pierde vigencia y debe ser dejado atrás en las estanterías de la cultura? ¿O es preciso revisar, en cambio, las teorías antes formuladas para ver cómo pueden seguir vivas algunas de las ideas a propósito del universo de la cultura cibernética y el arte digital?
El programa de hoy está dedicado a proponer algunas ideas en ese sentido, a propósito de uno de los ensayos clásicos sobre arte, publicado en 1952. Me refiero a ‘El origen de la obra de arte’ de Martin Heidegger. Un ensayo dedicado a explorar qué es el arte, qué es la obra de arte, qué es la creación en una articulación reflexiva que va de uno a otro de estos conceptos buscando respuestas que se sustraen, que se escabullen, porque el asunto es de naturaleza escurridiza como bien sabemos.
¿Cuáles son sus modelos artísticos para la reflexión? Heidegger habla sobre obras terminadas: Los zapatos, de Van Gogh, el templo griego de Paestum, un poema de Conrad Meyer, escritor suizo del siglo XIX, titulado La fuente romana, breve poema que describe una fuente de tres pilas de agua. En cuanto a la música… Hay en el ensayo una mención sobre las partituras y su carácter de objetos.
Los ejemplos aportados por Heidegger corresponden a obras terminadas y matéricas, todas tienen su parte de cosa, así lo formula el filósofo: El cuadro cuelga en la pared como un fusil de caza o un sombrero. Una pintura, por ejemplo, la de Van Gogh que representa un par de zapatos de campesino, vaga de una exposición a otra, (…) y, más adelante, Los cuartetos de Beethoven yacen en los estantes de las editoriales como las papas en la bodega.
Publicado en 1952 no podía tener referencias acerca de producciones artísticas basadas en sistemas de computación. La primera computadora fue diseñada en 1947 en la Universidad de Pennsylvania, y se completó como proyecto del departamento de Defensa de los EEUU dos años después. No es mi propósito exponer una crítica a la inactualidad de Heidegger respecto del arte digital. Heidegger (1889-1976) no fue un futurólogo. Sin embargo, es posible preguntarse hoy qué sentido tienen para estas manifestaciones artísticas, los conceptos básicos que él puso en consideración acerca del arte que conocía. Me refiero concretamente a la articulación cosa-símbolo, que constituyen la estructura de lo artístico, si aceptamos la propuesta del filósofo alemán.
Las obras de arte no son meras cosas, escribió, aunque son cosas también. Pero hay algo que se reúne con ese carácter de cosa, eso otro es el símbolo, la contención de un mundo al cual pertenecen y a la vez representan. Pero no como un retrato representa a su modelo, la representación de mundo es la revelación de un mundo, y no tiene que ver con la representación fiel.
Entonces, pensada desde el cruce entre la propuesta heideggeriana y la producción en soporte digital ¿cuál sería el carácter de ‘cosa’ de una obra digital? ¿El computador mismo como máquina? ¿El chip? ¿El programa numérico que se le instala, puesto que es la materia prima de futuras elaboraciones por su intermedio? Notemos que se habla comúnmente de la desmaterialización de las obras de arte en soporte digital, pero no se puede, llevar esa idea hasta el extremo de imaginar la inexistencia de un soporte matérico. Aun en el dominio de la denominada nanotecnología, los minúsculos nanochips que guardan información están fabricados en alguna materia. A nivel molecular, pero materia, aun con propiedades diferentes. El nanómetro no es un concepto imaginario.
Avanzada su reflexión en este ensayo, el filósofo Heidegger retorna sobre aquella estructura dual que fue su punto de partida: hay algo en la obra que es materia, hay algo en la obra que es significado. Así lo expresa: Entonces ¿en qué consiste el ser-obra de la obra? Mirando atentamente a lo hasta aquí indicado muy toscamente aclaramos más, ante todo, dos rasgos esenciales de la obra. Hatsa aquí la cita. Reitero esos rasgos antes nombrados. El carácter de cosa y su capacidad de abrir un mundo, eso otro cuya presencia percibimos, que es exigible porque las obras no son meras cosas, el mundo que atisbamos en su aprecer simbólico cuando tenemos experiencia con alguna obra de arte. Esa estructura, no está demás decirlo, le pertenece a todo tipo de obras, de las diversas disciplinas artísticas. Sólo que el componente mundo, símbolo, puede ser más o menos rico, más o menos intenso, más o menos profundo, más o menos atractivo.
Las obras digitales de poética inter-activa se desarrollan en un tiempo indefinido. Por lo tanto su conclusión no puede darse como un límite, puesto que son susceptibles de sucesivas elaboraciones y transformaciones por parte de diferentes sujetos-usuarios. Aun cuando no pueden circunscribirse en su componente matérico, y tampoco en sus significados potenciales, aun con un cuerpo matérico difícil de delimitar y significados implicados imposibles de encerrar en una definición, esas obras participan de la estructura íntrinseca a que alude el filósofo Heideger. Un problema mayor, real, puede ser el siguiente: no sólo las obras de arte se instalan en una materia desde una propuesta simbólica. Visto el asunto desde el plano de las connotaciones, un automóvil es un objeto material que simboliza muchas cosas en su mundo cultural, más allá de la función útil que cumple. Tema de que se ha ocupado nutridamente el filósofo Barthes Todo sistema de significación conlleva un plano de expresión (E) y un plano de contenido (C) y que la significación coincide con la relación (R) de ambos planos.
Sin embargo, una de las proposiciones que culminan ese periplo de pensamiento que es El origen de la obra de arte, afirma algo que persiste y puede suscribirse en relación con el mundo de las producciones digitales, leo para Uds. lo siguiente, unas líneas que inician el Epílogo del ensayo: Las precedentes reflexiones conciern al enigma del arte, el enigma que es el arte mismo. La aspiración está lejos de resolver el enigma. Queda como tarea ver el enigma.
























































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